Incertidumbre. Esa es la palabra que más se repite al hablar de las previsiones económicas para 2022. Algo que afecta también a la banca.

La última subida de los tipos de interés del Banco Central Europeo da oxígeno a los bancos, que llevan ya varios años que sus cuentas están marcadas por los tipos negativos. Ahora, la duda es qué pasará con la inflación, cómo esta afectará al consumo y a los hogares y, por tanto, a la morosidad.

“La subida estaba en un rango descontado. Las elevaciones de tipos de interés introducen un entorno de normalización en los mercados financieros porque puede evaluarse mejor el riesgo en relación a la rentabilidad. Es un contexto en el que los inversores pueden fijarse en empresas más tradicionales (como los bancos) y reducir su exposición a otras con más incertidumbre», explica Santiago Carbó, catedrático de Economía de la Universidad de Granada y director de Estudios Financieros de Funcas a Business Insider España. 

El negocio tradicional bancario, el de tomar dinero prestado barato y prestarlo más caro, lleva años complicados por la anómala situación de la política monetaria del Banco Central Europeo, que llevó los tipos al terreno negativo para tratar de que fluyera el crédito a la economía real.

«Para las entidades financieras se genera un entorno más propicio para obtener márgenes, pero no estamos hablando de la panacea por dos razones. La primera, la inflación es muy elevada y hace que las rentabilidades reales (descontada esa inflación) sean negativas. La segunda, hay mucha incertidumbre económica y riesgos de contracción que son malos para el empleo y, por lo tanto, para la morosidad”, añade Carbó.

El escenario ha cambiado y se vuelve a la normalización de la política monetaria. Sin embargo, el giro en los tipos de interés llega en un momento difícil a nivel macroeconómico. Tras dos años en los que la economía ha estado lastrada por la pandemia del COVID-19, las perspectivas para el PIB eran de crecimiento. Pero la guerra de Ucrania y la escalada imparable de los precios de la energía han cambiado el escenario.

Ahora, la elevada inflación y las previsiones macroeconómicas complican un escenario donde los hogares y las empresas podría ver cómo se complica hacer frente a los gastos. En este contexto, la morosidad, que ha estado hasta ahora muy controlada, podría repuntar.

Qué pasará con la morosidad

«Es un posible peligro la subida de la morosidad, pero hay que tener en cuenta que está relativamente baja. No es un escenario que debería preocuparnos todavía», explica Antoni Cunyat, profesor colaborador de los Estudios de Economía y Empresa de la UOC, a Business Insider España.  

Aunque el impacto podría ser moderado por las abundantes provisiones que los bancos fueron apartando durante la pandemia del COVID-19 y que todavía no han liberado. En el comienzo de la emergencia sanitaria mundial, las entidades realizaron provisiones millonarias que finalmente, a grandes rasgos, no han tenido que usar, dado que el impacto económico de la pandemia en familias y empresas se mitigó por las ayudas de los Gobiernos, pero que tampoco han liberado.

«El escenario final es incierto porque, si bien el margen de intermediación se puede recuperar con la subida de tipos del BCE, se complica el cuadro macroeconómico y eso afecta a la demanda de servicios bancarios y a la calidad de sus activos», apunta Joaquín Maudos, director adjunto del Ivie, a Business Insider España.

«No obstante, el aumento de la morosidad no es inmediato, por lo que la previsión es cerrar con la rentabilidad que se acerque al coste de captar capital. Esa rentabilidad es menor en el negocio en España que en los grupos consolidados (que incluye el negocio de las filiales en el exterior)», advierte Maudos.

«La morosidad es un tema importante, pero, de momento, parece controlada. No creo que la subida de tipos tenga una traducción directa a corto plazo en grandes ganancias, al menos en lo que se refiere a márgenes de intereses. El efecto «volumen» también es importante y, en este sentido, el crédito no está creciendo mucho ni lo hará en un entorno de incertidumbre.

Por otro lado, cuando se evalúan los beneficios bancarios (incluso para fijar un impuesto) se está mirando a las cantidades totales y no a la rentabilidad relativa (beneficios por acción o por activos). En este último caso, los bancos siguen teniendo rentabilidades bastante ajustadas y un impuesto adicional no ayudaría», apunta Carbó.

Las dudas sobre el nuevo impuesto a los bancos

Una de las claves que marcará los próximos meses para la banca será el nuevo impuesto a los bancos. El Gobierno anunció, por sorpresa, que se iba a implantar en 2023 un nuevo impuesto a las entidades que en un primer momento se dijo que gravaría sus beneficios extraordinarios por los tipos positivos.

Aunque luego, se matizó que este gravamen sería a los márgenes de las empresas financieras con un tipo del 4,8% para el margen de intermediación (los intereses netos) y las comisiones netas.

A falta de que se tramite en el Congreso y se vean exactamente los detalles del texto como quedan, el texto presentado considera que esta cantidad no es «desproporcionada si se consideran los beneficios pasados o estimados para los próximos años y dividendos distribuidos a los accionistas».

El impuesto a la banca será obligatorio para todas las entidades financieras cuyos intereses y comisiones brutas cobradas a los clientes superaron los 800 millones de euros en 2019.

Ya ha habido voces discordantes, no solo desde el propio sector, sino también desde los organismos reguladores, como es el caso del BCE.

Fuente: Marta Garijo. Business Insider.